domingo, 21 de agosto de 2011

Capitulo 2 Dejando el hogar

Una serie de pitidos interrumpió el silencio de la noche, abrí los ojos lentamente y miré el reloj digital que tenía encima de mi mesa de noche, era uno de esos relojes con los números grandes para no tener que dañarme la vista, eran las 5:00 AM, aún era de noche y la mayoría de la gente se levantaría una hora mas tarde, pero tenia que estar un paso por delante de ellos o por lo menos eso me hizo aprender mi instructor.

Me coloqué al borde de la cama y empecé a hacer abdominales y tríceps, así durante treinta minutos, cuando acabé, fui al baño, el termo estaba estropeado pero no me había molestado en arreglarlo, el agua fría era lo mejor para espabilarse, estaba alojándome en un pequeño piso de alquiler, era una pocilga que se salvaba porque era un maniático del orden y la limpieza, pero aún así las paredes con humedad, las puertas y ventanas de madera hinchada, las pequeñas visitas no deseadas en la cocina y en el baño, así como los muebles del principio del siglo XX lograban que todo mi esfuerzo por hacer este lugar confortable se fuera a la mierda.

-          Es una lastima que nadie quiera matar al casero – murmuré. Me vestí con un polo Lacoste de rallas rojas horizontales, unos pantalones cortos piratas con muchos bolsillos y unas zapatillas deportivas Adidas.

Preparé la maleta para el viaje, ropa, perfumes, calzado, documentos de identidad, dinero, material de aseo y pocas cosas más, el problema de los aeropuertos era lo difícil por no decir imposible de trasportar armas, después del 11 de septiembre las medidas de seguridad en los aeropuertos internacionales había aumentado con creces y sobornar a los policías ya no era viable, por suerte la agencia contaba con contactos en casi todos los países donde operábamos, era ya las 8.00 AM y había puesto la televisión, miraba el canal de noticias, emitían una noticia sobre Berlusconi, al parecer habían agredido al presidente mientras caminaba entre la multitud, alguien le había lanzado una estatuilla o algo por el estilo, me decepcioné al saberlo.

-          Fue demasiado fácil agredirlo, que vergüenza…

Pum Pum, giré mi cabeza y miré la puerta, caminé hasta la puerta sin hacer ruido y miré con cuidado por la mira, era Lole, la vecina de al lado, era una mujer madura que no llegaba a los cuarenta, bastante atractiva, de pelo corto rubio, vivía sola con su hija de 16 años Vanesa, era importante para ellas hacer vida social, su marido del que ya está divorciada, la maltrataba, todas las mañanas me traía el periódico y hablábamos un poco, ella me contaba su vida y yo la escuchaba pero no le contaba nada de mi vida, me había calificado como un chico “misterioso”, en una ocasión su ex marido llegó a encontrarla, aporreaba la puerta y la amenazaba para que saliera, <<¡tarde o temprano tienes que salir puta!>>, <<¡cuando la zorra de tu hija salga del instituto no la volverás a ver!>>, no estaba acostumbrado a escuchar toda la noche a una mujer llorando por miedo a morir, simplemente no les daba tiempo a llorar, algo en mi despertó y decidí actuar por mi cuenta.

Abrí la puerta y allí estaba Lole con una sonrisa sincera, sonreí y cogí el periódico que me ofrecía, miré sus ojos y no pude entender como una mujer amable y linda como ella había caído en las manos de un monstruo, pero entonces una voz interna me corrigió << si lo sabes >>, una chica que se enamora perdidamente del cuerpo de un chico, no llega a conocerlo del todo y queda embarazada, viéndose atrapada con él en un entorno familiar hostil, no se quieren están juntos por responsabilidad, pero él nunca fue responsable, y tampoco nunca la quiso, solo quería disfrutar con ella y le había reprochado el haber quedado embarazada, sentí lastima.

-          Estas muy guapo esta mañana, sales a algún sitio – me preguntó de pronto mientras estaba sumergido en mis pensamientos.
-          Eeehhmm si… salgo de viaje hoy.
-          ¿En serio? ¿A donde?
-          No lo sé señora… - me miró como si estuviera enfadada, había olvidado que no quería       que yo la llamase señora, por alguna razón... – Lo siento… Loli – sonreí, no sé a donde voy, cuando llegue al aeropuerto decidiré.
-          Que suerte poder hacer eso, tiene que ser muy divertido, entonces no sabes cuando volverás… terminó en tono triste
-          No, no lo sé… - Se hizo un silencio embarazoso que quise romper - ¿Quiere una taza de café? me sale muy bueno.
-          Claro…

Cerré la puerta de la casa y fui a la cocina la invité a sentarse en el sofá mientras preparaba el té, la televisión seguía emitiendo las noticias, la miré de reojo, estaba sentada a un palmo de mi pistola, que estaba oculta bajo el sofá, ella me sorprendió mirándola y me avergoncé, embozó una pequeña sonrisa en la comisura de su boca, me di cuenta que iba vestida con ropa de andar por casa, por un momento sentí como si hubiera retrocedido cinco años atrás cuando estaba casado, Lole me había preguntado sobre el anillo en una ocasión y le había contado todo, la única vez que había sido sincero con alguien en mi aspecto amoroso, el olor a café era evidente, incluso a mi se me hacía la boca agua, bebimos juntos en el sofá.

-          Te veo un poco mas alegre últimamente - le dije para romper el hielo
-          Si… mi ex marido no ha vuelto a acercarse a nosotras, me siento más tranquila.

Mantuve silencio, al parecer no sospechaba la posibilidad de que hubiera muerto, la misma noche que llegó para amenazarla le seguí con mi coche, vi que entraba en un bar, era un hombre con algunos tatuajes visibles, parecía el típico hombre que se había estancado en la inmadurez y que aún pensaba que tenia 19 años, me bajé del coche y me puse al lado del suyo, un coche sucio y abollado con un montón de estampas de mujeres en pelotas por toda la tapicería, volví a mi coche y aparqué cerca, me quedé allí hasta que volvió a salir a las tantas borracho y ciego.

Estar en un barrio famoso por la violencia y las drogas era perfecto, ajusté el silenciador de mi pistola, me bajé del coche, caminé hasta él mientras miraba a los lados, no había nadie en las ventanas ni en la calle, era el momento, silbé para llamar su atención y miró, cuando lo hizo le metí una bala en la cara, su cuerpo dio dos pasos largos hacía atrás y cayó sobre el capó del coche, metí las manos en mi bolsillo y saqué una bolsa de cocaína, que había comprado para momentos como ese, le eché por encima la sustancia, y tiré la bolsa a un lado, guardé la pistola y me quité los guantes, caminé tranquilamente hasta el coche y volví a casa, la policía lo denominaría como un ajuste de cuentas, Lole y Vanesa no tendrían que preocuparse mas por él, lo había hecho gratis, porque quería hacerlo.

Pum Pum Pum… volvieron a tocar la puerta, me levanté y miré por la mirilla, era esa chica, Roberta, Isabelle o como quiera que se llamase… el trabajo de un asesino era pasar desapercibido totalmente pero de la forma en la que se peinaba y vestía, estaba seguro de que a la vista de un hombre no escapaba, abrí la puerta y fingí alegría, la chica se sorprendió, la hice entrar y entonces su cara de asombro desapareció cuando descubrió que había una mujer sentada en mi sofá.

-          Lo siento Lole – le dije dirigiéndome a ella, - pero me voy ya, te presento a mi hermana ha venido a buscarme.


Lole se levantó y dejó la taza en la mesita, parecía sorprendida de hecho era normal llevaba mucho tiempo aquí y nunca le había hablado de una hermana.

-          Hola encantada, me llamo Roberta, espero que mi hermano no te haya causado problemas – dijo mientras me miraba riendo como si le divirtiera la situación.

-          Hola me llamo Lole, soy la vecina, no sabía que Marcus tuviera una hermana, y además muy guapa...
-          Gracias… - parecía que fuera mi hermana de verdad, era muy buena actriz, incluso tuvo la desfachatez de entrar en cocina y registrarme la nevera como muestra de… confianza entre hermanos.
-          Bueno yo vuelvo a casa, tengo que prepararme para trabajar, que tengáis un buen viaje los dos… - Luego se dirigió a mi – llámanos de vez en cuando ¿vale?
-          Claro… no te preocupes.


Lole salió y cerró la puerta tras de si, solo pasaron diez segundos para que Roberta se partiera de risa, era una risa de niña que se había salido con la suya, ahora podía verla mejor, zapatos de tacón negros, una falda corta que hacía que las demás parecieran largas, casi se le podían ver las bragas, sospecho que si subiéramos escaleras no sería difícil verlas, una camisa blanca que dejaba ver su escote, llevaba el pelo con una coleta como una cola de caballo, entonces me pregunté de donde la habían sacado, o como había acabado en este trabajo.

-          No sabía que te gustaban maduritas… ahora entiendo porque no me hiciste tanto caso en la celebración – dijo provocándome.
-          Ahora eres mi hermana ¿recuerdas?, vamos a Fiumicino, estoy preparado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario